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Entre lecturas y el viento

Hoy he andando saltando de lectura en lectura: Thich Nhat Hanh, Vincent van Gogh, Martin Heidegger. Variado en estilo, género, aproximación a la vida… pero de alguna forma ensayan lo mismo: la mirada desde la existencia propia. Creo que quien piensa por sí mismo no puede hacerlo de otra manera, pensar por sí mismo es pensar desde la propia existencia.

Me sorprende un poco Van Gogh, porque vaya que el tipo pintaba y observaba la naturaleza con detenimiento y sin embargo tardó en darse cuenta. Creo que él quería hacer las cosas bien y ser bueno, además de que tenía dudas sobre cómo vivir la vida; estaba a la búsqueda de significados y lo miraba todo con ese ojo desnudo y desprotegido propio de un observador entregado. Me sorprende que su mamá supiera por dónde iba la cosa con él pero que él quisiera complacer al padre. Leer las cartas en la que comparte su visión como predicador, más que leer algo edificante uno lee la súplica de un perdido de sí. Casi desisto en seguir leyendo.

El viento no ha dejado de soplar hoy y es maravilloso. El sonido entre las hojas de los árboles llena mucho sin decir nada. El viento me hace sentir que todo está bien.

Thich Nhat Hanh piensa, como buen budista, que uno necesita llenarse de experiencias de conciencia plena en la que la mente está callada, para enfrentar momentos difíciles que siempre andan pululando por ahí. Como Heidegger, Thich Nhat Hanh piensa que la única vía de superación es atravesar lo que acontece. Atravesar no es pelear, es pasar como turista curioso que sabe que sólo está de pasada.

Pasamos como las nubes en el cielo, sin nacimiento ni muerte. Me gusta la idea, ser nube, no resistirse.

Heidegger, a diferencia de Van Gogh, no demuestra inseguridad ni duda en lo que escribe. Pero aún así es una persona que se fija en lo simple y le da gran valor. Creo que si se hubieran conocido, se habrían podido ayudar mutuamente porque a los dos, de alguna forma, les estorbó la idea del dios católico aunque estaban en pleno contacto con lo divino. En ese sentido creo que Thich Nhat Hanh nos puede ayudar aquí con la visión de Buda, que de alguna manera Heidegger la pensó (no sé si la experimento profundamente): no necesites de nada ni de nadie para traer a ti la paz que es tu derecho, es decir, no te generes ídolos ni necesidades externas.

El viento mueve la copa de los árboles pero su tronco permanece enraizado.

No hay que dudar de las propias raíces aunque acostumbrados estemos a sólo ver nuestro follaje.

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