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Habemus playlist

Ahora sí, we're in business. Después de años con variaciones sobre el mismo playlist que tenía las canciones que considero buenas y que por ello me tenían que gustar y que, por ende, no me entonaban la vida, hoy iniciamos una nueva era playlist-era.

Mi playlist tiene canciones buenas (no porque yo digo sino porque la crítica las aclama —jajajaja) pero aunque me encanta revisar la listas de las mejores rolas según varios conocedores (como las listas de la Rolling Stone) y puedo apreciar las canciones, no todas me hacen sentir bien y algunas ni siquiera me hacen sentir algo. Mi playlist tiene canciones que yo considero buenísimas y que no aparecen en lista alguna pero que me elevan al cielo y "cuidan" mis emociones. Así como se dice eso de que de la moda lo que te acomoda, igual de la música. Y es que a una canción buena se le puede apreciar, a una canción de moda se la puede disfrutar, pero de ahí a meterlas a tu playlist, ese que pones para motivarte, alegrarte, inspirarte, iniciar el día —y acabarlo también—, pues hay un mundo de significatividad.

Mi playlist no tiene un único género ni una sola época y mucho menos un solo artista. ¿No combinan los géneros? ¡Says who! Un playlist, el de uno (que no es el que anda un presumiendo), es cuestión de que tenga significado, no de que haga sentido. Así que dejé de hacer el playlist para mi "mente" y lo hice para mi "corazón" (las comillas indican que no se le tome literal lo de mente vs corazón, que hay mucho que decir sobre la diferencia que sentimos entre esas dos dimensiones). ¿Cómo es escoger una canción para el "corazón"? La pones; desactivas el aparato crítico; activas el so what; escuchas a tu cuerpo entero y sientes si se abre o se cierra, si se va para abajo o empieza a subir, si te entona para ver al mundo de una forma más apetecible; entonces la pones sin más en la buchaca de las joyas terretres que tocan el cielo (léase: tu playlist). Mientras estás crean el playlist no vaya a escucharlo o a revisarlo, sigue llenando la buchaca. Luego de juntar unas horas de música (necesitas más de una hora de rolas, te lo aseguro) y de sentirte satisfecho con tu aventura que incluye probar las sugerencias del Spotify (generalmente te quedas con una o dos de cientos que te sugiere), descubres nuevos artistas y redescubres viejos, rememoras y te enteras de que hay que resignificar rolas que traen pegados bichos malvibrosos del pasado así como profundizar el significado de las rolas que te han acompañado en tu vida. Entonces viene un trabajo imprescindible: el acomodamiento de la lista para que fluyan tus sentimientos con armonía, es decir, buscas llevarte de un estado a otro con delicadeza y formas una ola emocional con el playlist; este trabajo requiere de paciencia, soledad y prueba, así como de que tu gusto particular tome el control o, digámoslo así, que hables de ti a través de la música (no le vas a hablar a los otros de ti, vas a hablarte a ti de ti mismo —algo así como un nietzschaeano eterno retorno de lo mismo—). Y ya estás armado.

Nota: si una rola no jala, por más que sea buena, no jala y la sacas; puedes empezar a crear otro playlist con ese tipo de rolas y empezar a trabajar en resignificarlas. La resignificación se realiza escuchándolas cuando te sientes en un momentazo de tu vida, cuando estás a tope, cuando traes la sonrisa en el cuerpo.

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