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A Casa dos Bicos

Paseando en Lisboa abriendo camino entre el calor que quiere persuadir de que permanezcas a la sombra. No hago caso. Estoy preparada a recibir lo que sea que me entregue Lisboa. Zapatos deportivos, short y sombrero. No me importa sudar, no me importa que me duelan los pies. Aquí estoy y he de entregarme por completo para estar lista a recibir. Quien no se entrega no puede esperar la entrega de nada ni nadie; así que me entrego. Voy vulnerable. ¿Hay otra forma de vivir en toda la extensión de su significado?

Bajando por la calle me saludan unos higos. A donde fueres, come lo que vieres.

No sé que más adelante está la calle llamada Rua dos Bacalhoeiros. ¿Cómo podría saberlo si estoy en plan "descubrir"? Me gustan los olivos, mucho, desde aquella vez que los vi podados redonditos en Francia. Tengo uno en casa puesto en una maceta, se le ve de espíritu fuerte. Ni me imaginaba que en Lisboa vería muchos en un aspecto más "al natural", así como llevo mi cabello acabado de lavar y sin peinar. Ni me imaginaba que en Rua dos Bacalhoeiros había un olivo con peculiaridad: abajo de su follaje la "huella" de un elefante y el nombre de un escritor excepcional.

Y en frente la sede de la Fundación José Saramago.

Nada más estar ahí afuera ya me ponía sensible…

…Y adentro, mirando un video con todos los momentos en los que le entregaban a Saramago un título honorífico casi suelto un llanto sonoro que medio pude tragarme aunque las primeras lágrimas sí se me escaparon. Si hubiera estado vacío el lugar quizá me hubiera puesto a llorar sin medida, con grito y todo. Los escritores me significan mucho. Los reconocimientos al logro sostenido y nada fácil me desarman. Los Nobel me inspiran. No hay nada que me toque tan directo el alma y eso a mi ego lo aterroriza. Después de vivir algo así lo que sigue es un camino cuesta arriba aunque bello, la cuesta arriba es la lucha de mi ego expuesto y duele… pero es hermoso.

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