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Quitando una hiedra y observando una metáfora del apego

Bien, te enfrentas a una pared que tiene adherida una hiedra porque a la hiedra en ello le va la vida. Es hiedra, se pega a lo que puede para subir aunque su vida no depende de trepar, como hiedra, no puede hacer sino trepar a la menor oportunidad. La pared la recibe sin tener opción y las pequeñas raíces de las guías de la hiedra se pegan de tal manera que parecería que hiedra y pared son una.

A veces es lindo ver una pared cubierta de verde, pero cuando ese verde enferma viene el doloroso procedimiento del desprendimiento y muerte de la hiedra para poder recuperar una pared sin plaga. Un trabajo titánico se avecina e inicia con lo más fácil: arrancar la hiedra.

La pared sin hiedra queda así de horrible:


No se te vaya a ocurrir pintar sobre las raíces, esto no las hará desaparecer pues se comportan como esponjas, beben de la pintura y se hinchan volviéndose aparentes e incubribles. Lo peor es que luego se petrifican y pasan a formar parte de la pared a la que se niegan a abandonar.

Las raíces no salen cepillándolas con un cepillo de alambre, no salen con ácido muriático ni con detergente y cloro además de que ir por esa vía es torturarse. Hay una vía purificadora que desde que el hombre es hombre ha usado asta para cometer abominaciones como la purificación el alma. En este caso no queda de otra: necesitamos fuego y lo necesitamos potente y dirigido.

No se te ocurra echarle gasolina y luego aventarle un cerillo, eso es fuerza bruta y todo lo bruto tiene un costo generalmente muy caro. La opción inteligente es comprase un soplete. Con una lata de gas alcanza para una pared de 3 x 2 m.

Veamos el detalle de las raíces:


Esto es apego del bueno. Si alguna vez sientes que necesitas a una persona como la hiedra a una pared, detente. A la larga la relación les hará daño a ambos aunque al principio todos los vean y digan "¡Ay, qué lindos!" Te van a odiar. Si alguna vez sientes las raíces de alguien asfixiarte, corre por el bien de ambos aunque creas que lo que sientes es amor, cobijo y compañía. Los humanos tenemos la opción de no permitir que se nos trepen o no trepar en nadie.

Sigamos con la operación desapego. Dirige el soplete a las raíces solamente hasta que se carbonicen, cuida de no darle directo a la pintura porque esta se derrite y luego forma burbujas que se endurecen. Necesitas la paciencia de un cirujano. Así luce la raíz quemada:


Ahora sí procedemos a raspar. El esfuerzo será mucho menor que hacerlo con la raíz en su estado natural. Raspa con un cepillo de cerdas cortas de alambre. Ve haciéndolo pedazo por pedazo, despacio para que te quede muy bien el resultado. Una vez raspada queda así:


Este es el mejor resultado que puedes obtener. Como puedes ver queda el tatuaje de la raíz en la pared y la pintura algo quemada. Lo que sigue sería pintar primero las marcas con blanco y luego poner el color que quieras a la pared, pero yo te sugeriría que como la "piel" de la pared ha quedado muy dañada lo mejor es ponerle una película de nueva "piel". Yo usé el 3/4 de un paquete de preparado de Interceramic para las juntas de los mosaicos en color blanco o arena. Tienes que preparar una "leche" en un recipiente de unos 300 ml, no más porque la preparación se seca rápidamente. Nuevamente la cosa es por partes pequeñas y con calma. Con una brocha que ya no vayas a usar (porque queda para la basura) aplicas la leche. La pared quedará así:


Lo que sigue es aplicar la pintura del color que gustes al siguiente día. La aplicación es con gentileza para que la arena no se desprenda pues lo que aplicaste fue una fina capa. Una vez pintado tu muro luce como nuevo:


Deberás aplicar dos manos de pintura y jurar no volverle a poner una hiedra cerca. Son mejores las plantas que acompañan sin hacerse parte de la pared.

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