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Mostrando entradas de septiembre, 2017

Cuando pase el temblor

Tengo “miedo” de que pase el temblor. He tenido la oportunidad de haber experimentado dos grandes desastres en la Ciudad de México: 1985 y 2017. Con ellos, sus “antes”, sus “durante” y sus “después”. Del “después” del 2017 aún me falta por saber, pero si es un “después” como el de 1985 no quiero que pase el temblor.  La soberbia y la indiferencia se cultivan en el “antes”. El hombre que se siente dueño de su destino se vive completamente, paradójicamente, a merced de tal destino. El hombre en el “antes” cree que no hay nada que temer y que no hay nada que no pueda conocer; pero este hombre no conoce la humildad. En la ilusión que le hace creer que es dueño de sí, se olvida de sí mismo en sus ocupaciones, en su ajetreada cotidianidad: no hay tiempo para nada más que el repetir una y otra vez su acostumbrado hacer.  Así que estaba yo observando una mañana de domingo de 1985 mi vecindad y era como si todos estuvieran des-almados. Entonces pensé qué se necesitaría para traerl

Sin importar el tema del discurso

Hoy aprendí que no importa de qué se trate lo que dicen, al fondo de un discurso se encuentran las capas que lo sustentan (la lógica es una capa superficial que sólo hace más fácil la comunicación pero no lo es todo) y, en mi experiencia, la gran parte de las cosas que se dicen no tienen espíritu, es decir, las capas que dan sustento están vacías. No importa si es un discurso académico, político, new age, informativo, etc. No importa la fundamentación teórica, la construcción lógica, el lenguaje. Importa la capa de la agenda del que lo comunica, importa la capa de la conexión genuina con todo lo que es. Todo discurso que genera miedo es un discurso falso (que no tiene que ver con la idea de cierto o equivocado), es un discurso desconectado del espíritu, es un discurso que anula llevando al que lo escucha al terreno más estéril e infructuoso donde toda vida (ser) perece. Todo discurso que no abre posibilidades de vida es un discurso vacío.

Lo que quiero creer

Si algo aprendí con mi crisis de depresión y angustia es que: (1) la depresión miente —el miedo y la ansiedad también—, (2) si llevas la razón al extremo llegas al nihilismo, es decir, llegas a pensar que nada tiene sentido, es peligroso quedarse ahí y si quieres seguir la vía de la razón tienes que llevarla al extremo, de modo que ésta queda en entredicho y se ve la falsedad del nihilismo, (3) la depresión entra en juego con la mente, una y otra se retroalimentan —a mayor depresión, mayores pensamientos destructivos; a mayor cantidad y fuerza de los pensamientos destructivos, mayor depresión—, (4) mientras no llegues al resquebrajamiento de la razón o a la desarticulación de la subjetividad que se protege mediante el miedo la vía que queda es sobreponerte a la tendencia de la depresión y del nihilismo es el darle el sentido que quieras a tu vida. De principio puede parecer ridículo llevarte a creer en algo a lo que tu depresión se opone, pero lo cierto es que es lo que crees a tra

Después de tres días de S19 M7.1

En tres días se ha mostrado México en sus esplendores y sus cánceres con los que parecía, hasta ahora (espero que sea hasta ahora ), los mexicanos se habían acostumbrado a vivir. En tres días se mostró que los dirigentes sólo sirven para las poses y los discursos inútiles, que la autoridad muchas veces sólo estorba, que las televisoras enfatizan el drama y crean cuentos para mantener a la gente entretenida, que la gente no piensa y sigue replicando lo que no le consta en un afán de ser parte de lo que sucede, que hay quien se dice ser víctima sin serlo, que los partidos políticos sólo actúan en su propio beneficio, que es una gran mentira que las constructoras sigan altos estándares de construcción, que al momento de tomar responsabilidad los involucrados se deslindan, que no se puede confiar ni en el gobierno ni en las televisoras ni en los fanáticos tuiteros ni en los propios ciudadanos que hambreados como buitres (al igual que los políticos) roban donaciones, que la gente no confí

¿Qué debemos hacer?

"¿Qué debemos hacer?" Así empieza Cuadernos negros (1931-1938)  de Heidegger seguido de otras preguntas que acentúan el carácter de esta primer pregunta: ¿Quiénes somos? ¿Por qué debemos ser? ¿Qué es lo ente? ¿Por qué sucede el ser? Esto es filosofar. Para los grandes filósofos, hacer la pregunta correcta es lo importante porque es lo que conduce el pensamiento y en último caso la acción. Pero saber preguntar no es sólo cosa de filósofos, es cosa de todos si es que queremos plantearnos de frente y sin evasiones lo más digno de ser cuestionado: el sentido de nuestra existencia a partir del quedarnos sin apresuramiento en la cuestión de qué somos. Desde luego, debe ser claro para quien genuinamente se pregunta por qué debe hacer, que respuestas inmediatas de qué somos: por especie, género, edad, clase social y demás clasificaciones, no proporcionan ningún esclarecimiento existencial. Ninguna respuesta dada por ninguna autoridad en tema alguno debiera ser tomada como respues

Mírame

"¡Mírame!" es el clamor de quien se siente sólo, muy solo, tan sólo que no sabe quién es porque ni siquiera ha aprendido a mirarse a sí mismo. "Mírame" pide el alma y el yo va corriendo a gritarlo a los cuatro vientos. Entre más grita el yo , menos lo ven. Y cuando dejas que el yo  se rinda y pare de pedir lo que él mismo no se puede dar, cuando te das cuenta de cuánto has hecho para que te volteen a ver y paras, recuperas energía y te das cuenta de ti como alguien que está aquí y que no le ha sido concedida la inmortalidad, de modo que dejas de ignorarte, te sientas a escucharte y comienzas a mirarte. Nada ha pasado, las circunstancias siguen siendo prácticamente las mismas, pero la cotidianidad adquiere un sabor extra-especial y todo tiene un sentido especial simplemente porque está ahí y tu estás siendo testigo de como te llena ese estar del viento, del frío, del verde de la planta de la terraza, de la música que se esparce en todo lo que ves y vuelve c