Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de 2016

Los juegos de la consciencia

Se dice que el hombre es un ser social. ¿En qué sentido? No creo que en aquel de reunirse en fiestas y agarrarse de las manos porque vaya que la pasaríamos mucho mejor. Ser social tiene un sentido más profundo y no tiene que estar ligado necesariamente con el conglomerarse físicamente. Ser social, me parece, tiene que ver con nuestra necesidad de darnos y dar sentido a  nuestra realidad por medio o gracias a los otros. Si bien es cierto que como ningún otro ser —que sepamos— el ser humano concibe su realidad mediante la representación de ésta en la consciencia. Todo lo bueno y lo malo, así como su distinción sucede en la consciencia, no en la realidad per se . Toda la realidad representada en la consciencia sólo es posible obtenerla mediante la participación y comunicación entre varios seres humanos porque es imprescindible el comparar, evaluar y valorar lo que se observa y lo que se experimenta. Ninguna experiencia es completa para el hombre consciente sin su posterior representac

El arte de no tener prisa

No hay nada en este mundo de hoy que nos persuada de no tener prisa, al contrario, aquí no hay tiempo para nada, todo ya va tarde y lo más importante: estamos a un paso de la muerte. Vivimos en un estado de aceleramiento que ha probado no llevarnos a ningún lado. Todas las decisiones apresuradas no hacen sino robarnos el tiempo bajo la aparente eficacia de quién ya siempre está puesto en marcha sin una evaluación detenida de dónde está y que es lo que realmente quiere.  Las decisiones apresuradas no sólo nos quitan el presente, también nos roban el futuro al llevarnos a situaciones caóticas que sólo lucieron razonables en los dos minutos que les dedicamos a pensarlas. Decidimos con base en nuestras angustias, pero peor todavía, decidimos basándonos en lo que debiéramos hacer para mantener en desarrollo el estado en el que nos vemos más deseables, más exitosos. Dicho de otra manera, decidimos con base en las apariencias y no de acuerdo a nuestras circunstancias. Decidimos com

Imposibilitada tras el enojo

No se puede hacer nada con el enojo encima excepto echar pestes y malas vibras. No se puede escribir, no se puede leer,… vaya, ni siquiera se puede ver la televisión. Estar enojada es peor que tener frío y más si le agregamos indignación e impotencia. "No poder", esto atenta contra la naturaleza humana que se sostiene en la voluntad. Sí he sufrido un atentado contra mi "yo" que buscaba estar en paz y entre más intento reprimir en enojo para encontrar la paz, peor me siento. No, no sirve contar hasta diez para sentirse mejor, sólo sirve para controlar los impulsos. Ni siquiera se puede respirar con tranquilidad porque se siente como se acrecienta la molestia. Me acabo de acordar, de mi clase de psicología de bachillerato, que debajo del enojo está la frustración que según esto surge del sentir que se atenta contra la voluntad. Esto es, uno se enoja porque el ego lo tiene trepado y no hay nada peor que el "yo" se vea amenazado. Es horrible que el

No sólo los seres mueren

Aunque bien es de todos conocido que todo aquello dotado de vida e individualidad cuál célula autocontenida, dígase hombres, animales, plantas, organismos… mueren, y que sólo los hombres se enfrentan a su muerte con antelación como la más temida e ineludible de las profecías, pocos experimentan, como tal, la posibilidad. No se necesita haber estado cerca de perder la vida para tener experiencia de tal posibilidad. Es más, ni siquiera este tipo de experiencias logran arrancar a todos del "pero todavía yo no" que funciona de tabla de salvación.  Pero no sólo mueren los individuos. También mueren las relaciones, los placeres, los contextos, las ideas, los estados políticos y sociales… vaya, las situaciones sobre las que uno se experimenta como uno mismo. Somos en situación. Nos definimos por la situación en la que nos queremos encontrar, la situaciones en las que hemos estado y la situación en la que nos encontramos. Y todas ellas mueren.  Nada permanece. Nada. 

Quién puede ser con este frío

Vaya, que uno, en cualquier circunstancia es. Ni duda. Pero eso de que la regularidad con la que uno es se vea interrumpida por un voraz frío húmedo y unos desolados cielos grises por los que el sol no se atreve a asomar, nos deja con la pregunta por el "ser" en la boca. Que así no se puede, que no hay condiciones para asomarse fuera del jorongo, no hay condiciones para ser. Hace frío. Llovió toda la mañana y amenaza seguir lloviendo por la tarde. Y para los desacostumbrados a climas así, pues la cosa se pone violenta y no queda mas que hacerse ovillo y entrar en un círculo interminable de té caliente e idas al baño. Los pensamientos se estancan en las repeticiones de "tengo frío". La música alegre no empata con el clima y uno recurre a una ambientación de retiro y guarda. Uno es en latencia. Ahora vendría bien una fogata pero en las ciudades cargadas de polución no es opción. Todo se ralentiza. "Muevete", sería la orden de mi madre, "ponte a ha

Lo que vale la pena (si hay algo de pena en ello)

Cuando me desvío y me encuentro leyendo filosofía, periodismo o literatura, comparándome con cualquier tipo de autor, parece que nada de lo que hago tiene sentido porque nunca de los nuncas seré ellos. El estilo con el que arman oraciones, el análisis, la obsesión, el público, el alcance, el objetivo y todo aquello que los sostiene por debajo para que hagan lo que hacen, nada de eso es mío. Solía pensar, para darme ánimos, que Kant, nunca se dijo "Seré Kant" y se esforzó en ser el filósofo capaz de escribir una obra por años siguiendo un plan cuidadosamente trazado. Kant simplemente fue él y su esfuerzo estuvo justamente en ser él. Que haya resultado en lo que resultó, que lo veamos ahora a la distancia y nos asombremos de él, no corresponde al proyecto de Immanuel como "Kant". A lo más uno tiene el proyecto de seguir un llamado que bien puede mantenerse o verse sometido a tempestades capaces de desviarle a uno de uno mismo. El imaginarse a uno mismo sobre un

Aquí sigo

Me encuentro debajo de las cobijas con el cuello tenso sobre la almohada debatiéndome entre leer o escribir. Leer siempre hay mucho, lo difícil es escoger la lectura perfecta antes de cerrar el día. Escribir es más difícil porque depende mucho de que algo quiera salir y descubrirse. Escribir no es cuestión de elección, es la manifestación de algo que quiere ser. Empecé leyendo y aunque la lectura era buena mi cuello se tensaba como si estuviera montando a caballo o arriba de un carro de la montaña rusa. Las letras de una buena novela merecen una mejor disposición.  El cursor titila en la diminuta pantalla que sostengo mientras pienso en las horas que han dejado de ser a tiempo y vuelven seriadas a paso lento para que pueda recontarme el día. Me cuento una versión corta sobre la que extiendo un cuerpo emocional que fija la experiencia.  Hoy ha sido un día de respuestas en forma de luz sin sentencias definidas. Toda respuesta a una pregunta de la existencia no tiene el cará

La tarea más difícil

Estás ahí, en tu vida, haciendo lo que comúnmente haces y por un momento, que a veces parece eterno, te preguntas qué sentido tiene todo esto. Miras a tu alrededor y en realidad no encuentras nada distinto de ayer. El sol está ahí como siempre y así de eternos se te figuran el televisor y la silla que ocupas cuando comes; así de eternas se te antojan tus costumbres al igual que tus preocupaciones. Te detienes o algo te detiene —porque bien podrías ignorar lo que te pasa y seguir con el día así como hiciste ayer—. Podrías tomar uno de tus muchos pendientes y dedicarte a él pero no encuentras motivación alguna para moverte porque ¿qué sentido tiene todo esto? Te sacrificas, te entretienes, haces como que sabes a dónde vas o qué quieres. Te esfuerzas y también holgazaneas y en ningún caso parece que lo haces con alguna suficiencia que te deje alguna sensación de saciedad, al contrario, te cansas de ello. Te esfuerzas. ¿Para qué? Igual terminarás muriendo. La tarea más difícil es

Esto desde luego no es una novela

Entro en una librería porque quiero llenarme de ese algo que me brota cuando veo libros y los ojeo y leo palabras al azar y pienso que hay algo ahí, aunque no sé qué es. Muchos libros nuevos, muchos muchísimos que no leeré. Efectivamente, elegir alguno es abandonar cientos. Es azar, es destino. ¡Qué diablos! No sé.  Tomo uno con título sugerente de entro los recomendados por los libreros. Murakami fue librero, Hesse fue librero… creo. Seguro estos de aquí han de leer mucho. Empiezo por el final, donde aparece la foto de la autora que de tan joven que es siento un golpe de dentro hacia afuera. Se supone que escribiría un libro y no es tan fácil. Pero esta autora, dice en la solapa, escribe en el Metrobus y otros lugares similares. Me duele el orgullo tanto que me pongo a escribir esto en medio de la librería. ¡Qué diablos! Me gustaría decir que con ser lectora me basta y me sobra. No es así. Yo quiero escribir. Y escribo. No escribo novelas, bloggeo sin ser una bloggera po

Nostalgia de simplicidad

Hubo una vez una época en que la vida me resultaba simple. Desde luego, en aquella época no sabía que experimentaba la simplicidad, sólo vivía y al hacerlo mis días se llenaban, es decir, a ningún día le faltaba nada por hacer. La simplicidad nada tiene que ver con el sentido del logro, al contrario, éste la asfixia. Quien pone sus ojos en el logro reduce la ventana por donde ve la vida y la convierte en un túnel estrecho completamente iluminado donde no es posible el descanso. En el túnel sólo se ve lo que previamente se ha decidido ver, el túnel es la creación máxima de la consciencia, es su capacidad de enfocarse para conseguir lo que desea y poner "a la luz" aquello que requiere para su consecución. La consciencia estrecha pero creemos que expande por que el túnel en su estrechez parece cada vez más largo. Conocer no es expandir los horizontes sino especializar la vista en determinados puntos. Este es el camino estéril que vislumbró Walter Benjamin, camino del que, co

La noche

A veces la felicidad sabe a nostalgia. A veces de noche se ve mejor, pero porque es de noche deduces que no ves. A veces los sueños que te hicieron pensar en el futuro, hoy te impiden ver más allá. A veces el más allá está dentro de tu piel. A veces no es tiempo de nada, porque nada de lo que pudieras haber pensado puede acontecer ahora. La noche siempre llega, es la mayor de las promesas. Y porque te es incondicional la evades. Pero la noche es cobijo, es silencio que calma, es abrazo y cercanía. La noche reúne lo que sucedió en el día y en todos los días y todas las otras noches. La noche te hace uno y al cerrar los ojos cansado no puede prometerte otra cosa que otro comienzo, el volverte a darte a ti mismo al día en un giro que te vuelve a poner ahí, para ti. En la noche no hay porqué asir nada, todos tus fantasmas aparecen para decirte que los dejes ir. La noche es el tiempo del amor que sabe a nostalgia.

No me hallo

Así dicen cuando quieren decir que el confortable mundo familiar en el que ya se tenía algún dominio, se está desacomodando. "No me hallo" es la manera en que con una oración tratamos de jalar aire desesperadamente, una manera de invocar el orden. No me hallo. Quiero decir no siento que fluya. Heidegger no pensó en esta disposición anímica con la que el ser interrumpe la cotidianidad y te muestra el lado oscuro: el caos mental, la inutilidad patente de la voluntad. —Qué bien que quieras porque no se trata de querer sino de resistir.  Aquí no hay nada nuevo. Aquí se libran las mismas batallas de siempre: las del querer, las del sentir y las del pensar. Existencia, le llaman.  Pero como bien clama la canción de Depeche Mode todo parece: Wrong! Too wrong!: wrong side, wrong time, wrong place, wrong questions with wrong replies… Y entre más se lucha por el orden más crece el caos.  Hay que esperar, respirar, guardar silencio.

Me quiero de vuelta

Hace tiempo no era tan difícil escribir. Ahora es una tortura sentarme para escribir algo más que notas, pensamientos breves y referencias. De productora, ya sea buena o mala, me he convertido en acumuladora: colecciono lecturas que me dicen cosas pero de las que ya no puedo decir nada. Antes no me importaba, escribía lo que me parecía, así como me venía a la cabeza, o a los dedos si quien me haya leído pudiera llegar a pensar que nunca paso lo que escribí por mi cabeza. No importa, la cuestión es que escribía y lo disfrutaba aunque me desbordara una ansiedad al hacerlo. En mis primero años estudiando filosofía, escribía ensayos con las ideas que me provocaban los filósofos en turno. Sentía un llamado de atención sobre algún punto y de ahí me colgaba. Pero luego llegó la tesis y con ello la rigurosa revisión y empecé a perder la confianza en lo que quería decir. Estaba cierta de lo que quería escribir, así me sentía, pero parece que en realidad estaba escribiendo algo que no era