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La Petite France

Un rico desayuno en Estocolmo por menos de 100 coronas suecas puede disfrutarse en La Petite France. Pero eso es lo que menos importa en este post.

¿Qué importa? La experiencia, en mi caso de tropezar dos veces con la misma piedra de mi autoexigencia.

En este pequeño local, los empleados hablan sueco, inglés y francés. Yo entiendo el inglés, cacho algunas palabras en sueco y supuestamente ya tengo un nivel intermedio de francés. Y ahí voy, a pedir de desayunar: el menú en sueco-francés: frukost paket, kanel buller, fromage, lyonnaise... Pido en inglés un menú en sueco, me contestan en francés, me cobran en inglés y me preguntan si quiero el ticket en sueco. Y yo, como si me estuvieran haciendo un examen profesional, me quedo toda espantada y frustrada porque no acierto mas que a pronunciar algo ininteligible y gutural que ni siquiera yo entiendo.

Me gusta eso de ahogarme en un vaso de agua y todo se lo debo a mi formación de "ser siempre la mejor" y cuando lo que sé no me da para decir ni siquiera; thanks-tack-merci o yes-ja-oui, me entra una desesperación y un dolor tan grande que encuentro todas las justificaciones del mundo para ser la más miserable y sola que nunca hará realidad ninguno de sus sueños guajiros.

Después de varios meses de mi primer visita a este local, pude regresar. Me dije que ahora sí lo haría bien. No pude. No puedo describir la frustración que me carcomía en esta segunda vez mientras intentaba hacer como si nada.

He tenido varias derrotas en mi vida, no simples incidentes como este de La Petite France. De muchos he sabido sacarles el mejor provecho. De éste no sé, me lo he tomado muy a pecho.

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