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Nuestro Candidato (relato)

Por Flor Coss

Después de 64 años de no ver salida ya llevo 6 de creer que en verdad Nuestro Candidato es un rayito de esperanza, vamos de gane. Al principio yo le decía a mi vieja que ese Político era como todos, que venía al pueblo nomás para agarrar enjundia y hacer promesas (que por prometer uno no se queda pobre), cualquiera de fuera que viene al pueblo sale recontento de que en verdad sí hay alguien más jodido, ¡qué digo alguien si somos un chingo!

A nosotros nos cae muy bien que se den su vueltecita por acá los señores candidatos, es como cuando viene la feria: dejamos de trabajar temprano, descansamos un rato mirando la variedad, echamos porras para levantar el ánimo y lo mejor, nos echamos una torta sin desenfundar un peso. Luego nos dejan bien adornado el pueblo todo lleno de papelitos que aguantan como dos años de aguaceros, polvaredas y meadas de perro (algunos, previsores, ya traen propaganda de plástico para que dure más).

También pasa como en temporada de fútbol, se hace un bando por cada candidato, nos mentamos la madre, dejamos de hablarnos entre la familia, se corren apuestas y en la final nos damos con todo para luego volvernos a hacer cuates porque qué importa quién gane, todos en el pueblo nos quedamos igual.

Pero Nuestro Candidato es diferente, él era gente de pueblo como nosotros, sabe dormir en tepetate y cree que la justicia también es para los pobres. Lo veíamos luego en la tele de la tiendita de Doña Pancha, nos da gusto que madrugue (no tanto como nosotros pero mucho más que los otros), que no se deje impresionar y que se eche unos chistes con los del periódico y la tele. Mi hijo dice que allá en la capital Nuestro Candidato le da dinero a la gente de la tercera edad y por eso queremos que gane, nosotros también queremos recibir nuestro dinerito para poder ir a comprar la medicina que le quita a mi vieja el dolor de los huesos.



Ora si que se va a armar la pachanga, llevamos dos meses y en la tele dicen que gano El Otro y luego dicen que el que ganó fue Nuestro Candidato, si nomás están viendo como le hacen para dejarnos a todos contentos y en la mareada encajarnos otros 6 años más sin nuestro rayito de esperanza. A mi se me hace que no aguanto otros 6 años de sembrar avena para ver el cambio.

Mi vieja me dijo que van a mandar camiones para ir a la capital a apoyar a Nuestro Candidato. Yo ya me anoté con Doña Pancha, quiero conocer la capital. Le dije a mi vieja que nos fuéramos los dos, que nos tomemos unas vacaciones que al fin el pasaje ya estaba cubierto y de seguro nos van a apoyar con los alimentos. Ya le avisamos a mi hijo para que no se vaya a preocupar si un día se le ocurre regresar del otro lado y no nos encuentra.

Mi vieja está muy emocionada, preparó los itacates llenos de tortillas y nopales, también llevamos ciruelas que se dan muy bien por acá, de lo de más pues ya veremos. El camión va lleno, van mi compadre y su señora. Vamos cantando al principio pero luego ya no podemos porque se nos mete la tierra por la boca, por los ojos, vaya pues por todos lados. Nos vamos a una esquina del camión y ahí hacemos con los bultos unos asientos para las señoras, nosotros como los demás nos vamos parados mirando el polvaredón que se va levantando y decimos que vamos entre las nubes (así ha de ser ir en avión).



Llegamos a la capital, qué bonita es, con tanto coche y puestos de comida por doquier. Aquí nadie ha de tener que caminar para ir a trabajar. Nos van tocando el claxon, creo que nos están dando la bienvenida. Le digo a mi vieja que mire esos grandes restaurantes rojos donde la gente elegante come hamburguesas como en el otro lado (mi hijo me ha dicho que se pide la comida en inglés). 

Pasan las horas y seguimos en el camión, la capital no tiene fin, lástima que el pueblo quede más lejos. Mi vieja no puede creer que las calles sean tan planitas y que la gente no sonría, le digo que ha de ser costumbre de por acá entre la gente importante (así era mi abuela que en paz descanse, ya estaba tan acostumbrada a tener la cara estirada que el día que se rió se quebró).

Por fin llegamos al Zócalo, medio entumidos bajamos como pudimos. Buscamos luego luego dónde instalarnos para hacer la lumbre y echarnos unos tacos. Que fiesta más grande, sendas tiendas y pancartas para Nuestro Candidato, atole para todos y música para bailar. ¡Qué bueno que vinimos!

A la noche el frío nos hacía quedarnos pegaditos, mi compadre aprovecha para hacer lo suyo con su señora, no faltaba más. Mi vieja que es muy amiguera ya se consiguió un sarape y me trae café, me salió rebuena.



Ya llevamos dos semanas y aún no podemos ver a Nuestro Candidato, vamos para donde nos dicen y gritamos (hay que ganarse el pan). Como siguen llegando paisanos pues ahora nos extendemos a la calle, somos ya un gran pueblo: hay niños corriendo entre las tiendas riendo como nunca, hemos conocido nuevos amigos y a mi vieja ya la están haciendo comadre por comedida con una parturienta.

Este viaje me ha caído muy bien, he descansado como nunca y mi vieja sólo se tiene que formar para que le den tamales y atole (se me va a mal acostumbrar). El otro día vinieron de la tele y yo sólo pude gritar la consigna que ya grito entre sueños de tanto repetirla cada vez que me hacían preguntas (mi vieja habla más).

En la noche pudimos ver a Nuestro Candidato que caminaba entre las tiendas saludando de mano, la suerte no dejó que llegara hasta acá. Dijo que íbamos a ganar, que la cosa era resistir. Yo me quiero quedar aquí en el campamento con mi vieja, que ya hasta fue a consulta médica. Estamos muy bien a no ser porque luego no hay donde cagar, somos muchos, no estamos solos.



El tiempo ha pasado y no puedo olvidar mi jacalito que aunque chiquito y pobre es privado. Por acá ya la comida está empezando a escasear (yo creo que porque los de la tele y Nuestro Candidato ya no vienen) y seguimos siendo los mismos gritando las mismas consignas, ya ni nos entusiasmamos como antes y parecemos escuincles recitando cosas de la escuela. Yo soy muy aguantador así que nos vamos a quedar otro mesecito más, no vaya a ser que al final nos perdamos la repartición de algo y me quede como “chinito, nomás milando”. Mi vieja se quiere ir porque dice que ya no se halla pero como soy su señor pues se aguanta (la muy ingrata no se acuerda que la saqué a pasear).

Lo que no entiendo es toda esa gente que pasa en sus coches gritándonos cochinos, con unas muecas de odio como si les estuviéramos quitando algo, al principio hacía como que no oía pero ahora lo único que se me ocurre es gritar ¡Viva la revolución!, así me contaba mi madre que gritaban en la lucha que le tocó pelear.

Nosotros no tenemos mas que machetes y los dejamos en el pueblo porque de verdad que sólo salimos a conocer la capital y apoyar a Nuestro Candidato. De todos modos no 
creo que me agarrara a machetazos con nadie porque se ve lueguito que a Nuestro Candidato no le veo pinta de que se pare al frente y diga: ¡ya estuvo bueno! 

Así que mi rayito de esperanza se está apagando como también lo hace mi vida, pero yo todavía me veo más oportunidades a mí que a Nuestro Candidato.



Ayer vinieron a decirnos que vamos a marchar a donde el otro Candidato va a tomar el poder (¡pero si el poder ya lo tiene, no nos hagamos!) Yo le dije a mi vieja que agarrara sus chivas que ya nos volvíamos para el pueblo, lo malo es que ya no están los camiones y no tenemos dinero ni sabemos cómo regresarnos.

Así que andamos en el metro diciendo que ya nos vamos y que no tenemos con qué. Algunos ni nos voltean a ver, así que mi compadre se arranca cantando para que volteen mientras yo paso con mi mano a medio extender porque me da vergüenza de los berridos que se avienta mi compadre. Mientras, mi vieja y la comadre nos esperan a fuera de la estación, también pidiendo pero con mejores resultados.

Al final le digo a mi compadre que estar en la ciudad me ha hecho sentir menos mexicano: aquí nadie nos quiere, allá en el pueblo nomás se acuerdan de nosotros cuando hay que hacer bola o cuando hay que votar, pero que de todas formas es mejor allá porque aquí en la capital están dormidos, tanta comodidad ya los tiene apendejados.

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