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No te vayas

¿En dónde se quedó mi optimismo? Cuando me toca platicar con alguien y hablar de las posibilidades que existen, de lo bueno que hay ahí afuera, ser idealista me es muy fácil. Creo, ahora me doy cuenta, que vivir en el pesimismo me es tan doloroso que hago todo lo posible porque nadie más esté ahí conmigo... en el pesimismo.

Me es difícil decir, "ok, me siento mal", sobre todo porque siento que a nadie le gusta escuchar eso, porque es mejor hablar de nada, o un poco más calmante si de habla de los logros que se han tenido en la vida (enumerando diversos éxitos: hice tal, logré tal, gané tal; léase: tengo el control de mi vida). Es obvio que la vida se compone de momentos buenos y de momentos no tan buenos, pero cuando por un lapso sólo se viven de los no tan buenos, es difícil acordarse de cuando se vivían momentos buenos o tener la esperanza de que este lapso pasará y volverán los buenos tiempos.

No sé que piensen los mexicanos cuando sexenio tras sexenio uno tiene que seguir "apretándose el cinturón" o cuando sólo se habla de la poca seguridad y cada día dicen que es peor o de que una selección de fútbol sólo sirve para animar a la gente a comprar televisores o generar chistes sobre los sandwiches.

La generalidad dice que apoya a México pero que piensa que va a ganar Argentina. Porque es "lo normal", sí pero ¿hasta cuándo? Y cuando hay que culpar a alguien se escogen a los árbitros, al director técnico, a los directivos, a los jugadores y nunca nadie se pone a pensar cuánto ha aportado para que de verdad se crea que la historia puede ser diferente. Los mexicanos en masa nos seguimos sintiendo menos. Cuando algunos viven posibilidades diferentes, con talentos desarrollados y puestos en contexto, prefieren vivir en otro lugar que les de las garantías que se merecen (nadie dice que no). Si los que pueden arreglar algo, o marcar la diferencia deciden hacerlo en otro país y les va bien ¿quién puede culparlos? Tontos los que nos quedamos porque quizá nos faltan agallas, nos sobran apegos. Tontos los que no podemos producir el dinero que produce un expatriado.

Me acuerdo que un maestro decía que meditar en una cueva o en el Tibet no tiene nada de extraordinario, hacerlo en la Ciudad de México, eso si que es de reconocerse. Así que a todos los mexicanos que vivimos en México, les invito a que marquemos la diferencia en donde estamos, a que construyamos el país que queremos en lugar de ir a buscar otro y hacer allá lo que no hacemos aquí.

No necesitamos de un mesías, un líder, un político que arregle todo. No es tiempo de individualidades, es tiempo de relaciones y de trabajo en comunidad desde donde estamos. No te vayas.

Ya ven, al fin me ha salido el idealismo. Ahí deténganmelo un rato, estoy un poco cansada.

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